Los biocombustibles deben ser valorados como energía limpia y política de Estado

por Erasmo Carlos Battistella

Brasil tiene muchos desafíos que debemos resolver en el corto plazo, pero debemos ser conscientes de que el área ambiental y la producción de energía limpia son las mayores fuentes de oportunidades para ayudar al país a reducir sus diferencias sociales. Este es un activo brasileño que necesita ser tratado como una Política de Estado.

No se equivoquen, estamos hablando de protección ambiental y mantenimiento del bosque, con políticas y estrategias en temas ambientales, sociales y de gobierno corporativo.
Los acontecimientos recientes, relacionados con el clima en Europa y Estados Unidos, muestran esta necesidad inminente de contar con una alternativa limpia, sostenible y tecnológicamente madura a los combustibles fósiles para reducir los gases de efecto invernadero.

El clima y la transición energética se han convertido también en una cuestión de salud, economía, empleo, ingresos, producción de alimentos y protección del medio ambiente.
Tenemos un enorme potencial para aumentar la producción de bioenergía sostenible a partir de biomasa junto con una mayor producción de alimentos y una reducción de la deforestación. Esta es la agenda sobre desarrollo sostenible que queremos ver ganar cuerpo y profundidad.

El mayor desafío en este momento es la gestión de las emisiones del transporte en las grandes ciudades, uno de los mayores villanos del calentamiento global. En Brasil, nos hemos convertido en uno de los principales productores de energía limpia para la movilidad.

El lanzamiento del Programa Nacional de Alcohol (Proálcool), en 1975, abrió la puerta al biocombustible más utilizado en el país, el etanol extraído de la caña de azúcar. Fue el primer paso para conquistar una posición de liderazgo mundial debido a una dirección estratégica adoptada por el Estado brasileño. Desde entonces, el país ha ido adoptando políticas públicas y un marco regulatorio para promover la industria y, en consecuencia, garantizar un futuro más sostenible para el país.

Este fue el caso en 2004, con el lanzamiento oficial del Programa Nacional para la Producción y Uso de Biodiesel (PNPB). En diciembre de 2016, el gobierno brasileño lanzó la Política Nacional de Biocombustibles (RenovaBio) como resultado del compromiso asumido por el gobierno brasileño para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París, que fueron reforzados en la última COP26.

RenovaBio tiene como objetivo garantizar la seguridad energética, la previsibilidad del mercado y la mitigación de las emisiones de gases de efecto invernadero en el sector de los combustibles. Los lineamientos estratégicos de la política fueron aprobados en 2017 por el Consejo Nacional de Política Energética (CNPE).

El horizonte también está lleno de nuevas posibilidades para los biocombustibles de primera y segunda generación, moviendo la economía nacional, comenzando por la agroindustria y evolucionando hacia la industrialización. Esta trayectoria es sinónimo de crecimiento, integración de la agricultura familiar, más inversión y más empleo nacional. Es necesario ver estos desafíos abordados de manera más consistente en la agenda actual de debate público para las próximas elecciones.

Un ejemplo de la importancia de la construcción de esta Política de Estado es la necesidad de aprobar en el país, ya en este segundo semestre, un marco normativo para el combustible de aviación sostenible (SAF), para garantizar las inversiones y atender las demandas futuras y voluntarias de la sector del aire para lograr la neutralidad de emisiones para 2050.

La posición de la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA) aboga por un esfuerzo colectivo de toda la industria junto con gobiernos, productores e inversores para que el sector pueda alcanzar sus propios objetivos.

Una planta SAF es más compleja que las plantas de biodiesel y etanol. Su desarrollo dura unos cinco años. El gobierno a cargo de este país en 2027 tendrá que lidiar con la necesidad de importar el producto si no existe tal definición regulatoria. En los Estados Unidos, SAF se produce desde hace ocho años.

El mundo ha descubierto que el cambio climático no es una ficción. Gobiernos y empresas buscan tomar decisiones más audaces hacia una transición de la matriz energética hacia un modelo más sostenible, con la ampliación y anticipación de metas de descarbonización.
Brasil, por su experiencia en biocombustibles y su condición natural, tiene que llevar esta discusión a un estatus de prioridad. Este es un beneficio para toda la sociedad y un legado que debemos dejar a las generaciones futuras, no podemos esperar más.

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